
Llegó el momento de crear o cambiar el nombre de tu marca. Ya definiste hacia dónde querés ir, a quién querés llegar con tu producto o servicio, y sabés lo que querés comunicar a tus clientes una vez que salgás al mercado.
Además de esto, tenés clara la cultura de tu empresa y cuáles son los valores que van a caracterizarla.
¿Cierto?
Lo cierto es que la mayoría de emprendimientos no tienen mucha información lista al momento de crear el nombre.
Y eso está bien. Como dicen en la calle: “done is better than perfect” (mejor hecho que perfecto).
Muchas veces, justo después de definir el producto o servicio que queremos ofrecer, establecemos el nombre de la marca y lo hacemos como una ocurrencia, o porque creemos que es una buena idea. Y a veces lo es.
Pero, ¿cuál es el problema con las ocurrencias?
Sabemos que muchas marcas exitosas crearon sus nombres al azar, sin ningún tipo de estudio previo, sin haber analizado a la competencia o sin pensar en la posibilidad de registrarlo jurídicamente.
Sin embargo, son muchas las empresas que han tenido que cambiar su nombre por la misma razón. Incluso, porque su público meta no llega a identificarse con la marca.
Otras veces, el nombre deben cambiarlo justo antes de salir al mercado (con toda la línea gráfica desarrollada) porque descubren que hay otra empresa cuyo nombre es similar o igual. Y, adiviná quién acaba tirando a la basura los pocos dólares que tenía disponibles para lanzar la marca.
¿Cómo reducir al máximo ese riesgo?
Haciéndolo correctamente.
Si querés hacer rendir tu dinero, podés hacerlo vos mismo, y no tendrás que pagarle a un experto por las decenas de horas que le tomará crear tu nombre.
Cuando creés el nombre de tu marca, tomá en cuenta lo siguiente:
¿Quién querés que compre tu producto o servicio?
¿Son niños, ancianos, mujeres, profesionales, personas sordas? ¿Son personas de alto poder adquisitivo, son deportistas, de zonas rurales?
Por ejemplo: imaginá que querés poner un restaurante italiano, especializado en vinos y se te ocurrió llamarlo «Mordor”. ¿Quién creés que va a llegar a comer a tu restaurante?
¿Qué características de tu marca querés reflejar?
No hay características correctas o incorrectas, pero si querés verte dócil, agresivo, elocuente, feliz, versátil o irreverente, es algo que debés tener claro.
No es lo mismo llamarse “La Nube Feliz” que “Maxtor” (sí, ciertas combinaciones de letras también pueden tener un efecto positivo o negativo en el nombre), y eso va a estar definido por esas cualidades que estableciste previamente.
¿Existe algo similar a lo que querés ofrecer?
Debés conocer el mercado, quiénes son tus competidores, qué elementos los hace únicos, cuáles competidores admirás (la competencia no hace todo mal).
Esto es importante para reducir el riesgo de parecerte a alguien que ya ofrece lo mismo que vos.
En todo caso, estas son solo pequeñas cosas que debés tener claras a la hora de ponerle nombre a tu marca. Lo más importante es que tenga la justificación correcta, que tus futuros clientes puedan entender su origen, que pueda ser registrable, y que a vos te guste.
Más adelante profundizaremos en este tema, porque este es solo el comienzo.